
ummmmmmmm
He de decir que mi previsión de moda calzado para el tour brasi no fue muy acertada, porque se me olvidó llevarme unas deportivas (es que en madrid no las uso casi, apestan los pies y sólo conjuntan con vaqueros, que tampoco uso), así que haciendo honor a mi guirismo completé mi atuendo con calcetos y chanclas birkenstock. Toma ya.
En el pueblo. Por suerte, no se ve mi moda pies.
De esta guisa, y por tozudez de Cassia caminamos un ratazo por asfalto para llegar a Cachoeira Grande (nombre cero original, pero enfin). Bueno, casi todos caminamos, porque el señor calvo que aparece en la foto hizo el viaje en todoterreno y con paradas cerveciles, él si que sabia. Hay que decir que los brasis de este viaje, menos el calvo, Cassiano y Anna Paula, eran un poco raritos. Las mozas sólo nos dirigieron tres palabras y en español, a saber: culito, amorcito y otra cosa acabada en -ito que debe ser que les suena muy español. O el efecto Yisus, que las vuelve locas.
Aqui la panda al completo. Lo que hay a la izquierda trepando por la cachoeira es un japo.
Después de esto, comilona conjunta en un restaurante tipicamente caipira, que en portu tiene dos sentidos: persona del interior y paleto. Camareros pintorescos y cachorro pesao que pedía sobras.
A María ya se le nota el efecto sopor del feijao. Está pidiendo una siesta a gritos.
De vuelta a la posada, sorpresa! El hombre majo nos había preparado una hoguera juninha, y nos esperaba un cantor con guitarra que sólo tenía gracia en su faceta musical, porque cuando dejaba de tocar daba una chapa que no veas. También nos obsequiaron con una suculenta cena regional con vino caliente del que me comí todas las frutitas (hip!). Y a dormir.
Al día siguiente fuimos a hacer un sendero por la Serra do Mar, trozo de Mata Atlántica en el litoral Paulista. Esuna reserva natural, por lo que ibamos acompañados por un guía del IBAMA que se parecia horrores a Harvey Keitel y que nos fue contando cositas sobre el tráfico ilegal de palmito, las truchas devoramanzanas de la zona, los ríos y cachoeiras y una lombriz gigante y blancuzca que se cruzó en nuestro camino. Todo muy florestal.
El vergel de la Mata Atlánchica.
Aqui al borde del rio de las truchas hambrientas.
Concluido el paseo con Mauricio Keitel, no todo iba a ser ecología y viva el verde, así que un sector decidimos ir a comer pejcaito a un chiringo de la playa de Ubatuba que quedaba cerca. Yis y yo hicimos el viaje en el coche de Cassiano y Anna Paula, un poco acojonaos, porque con la de curvas y niebla que había la muchacha no dejaba de abrazar a su maromo conductor (en otra entrada comentaré los temazos más candentes del parejismo brasi, que parece que los untan con cola de contacto en la primera cita).
El chiringo, de bote en bote y con canción del invierno, porque hacía un rato rasca.